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martes, 15 de enero de 2008

Conquista árabe, pensamiento griego

“Menos de treinta años después de la muerte del profeta Muhammad en 10/632, los ejércitos árabes conquistaron los países asiáticos del suroeste y los del norte de África que un milenio antes habían caído en manos de Alejandro Magno. Pusieron fin al Imperio persa sasánida (224-651), sucesor de los Medas y de los Partos que habían reconquistado los territorios del imperio de Alejandro situados al este del Éufrates, y redujeron a nada de forma inexorable las conquistas de Alejandro en el Creciente fértil y en Egipto, regiones que habían sido gobernadas tras él sucesivamente por sus epígonos, por los romanos y por los bizantinos. Aunque hacia 732 el nuevo imperio fundado y organizado a partir de la religión revelada a Muhammad, el islam, se extendería todavía más lejos –del Asia central y el subcontinente indio a Hispania y a los Pirineos-, el corazón de la nueva civilización a la que había dado nacimiento se desplegaba en los centros de antiguas civilizaciones, de Persia a Egipto, pasando por Mesopotamia y la zona Siro-Palestina.

No se insistirá lo suficiente acerca de la significación histórica de las conquistas árabes. Egipto y el Creciente fértil fueron reunificados con Persia y la India en los planos político, administrativo y económico por vez primera después de Alejandro Magno y durante un periodo considerablemente más largo que el breve reinado de éste. La gran brecha económica y cultural que había dividido al mundo civilizado a lo largo de un milenio antes del nacimiento del islam, la frontera entre Oriente y Occidente formada por los dos grandes ríos que había engendrado a los dos poderes antagonistas en cada orilla, terminaron de existir. Eso hizo posible el libre flujo de las materias primas y de los objetos manufacturados, de los productos agrícolas y de las mercancías de lujo, de los hombres y de los servicios, de las técnicas y los savoir-faire, de las ideas, los métodos y las modas de pensamiento. El impacto saludable de este acontecimiento fue acentuado por el hecho de que fue inmediatamente posterior a las desastrosas guerras perso-bizantinas de los años 570-630, que habían asolado la región, habían devastado a la población local y habían interrumpido el comercio. Las guerras, como todos los conflictos sucesivos entre griegos, romanos y bizantinos por un lado, y los persas por el otro, habían sido provocadas por las barreras económicas levantadas por la división política del Próximo Oriente entre Oriente y Occidente. Más concretamente, el libre acceso a las rutas comerciales parece haber estado en el núcleo del conflicto. Antes del estallido de nuevas hostilidades después de la muerte de Justiniano en 565, su sucesor Justino II (565-578), consciente del efecto de la guerra sobre el comercio, entró en negociaciones con los turcos oguz de Asia central con el propósito de permitir a los bizantinos la obtención de un acceso a la ruta septentrional de la seda, al norte del mar Caspio.

Un aspecto particular de la prosperidad económica introducida por la reunión de Oriente y Occidente merece una atención especial. Si bien, como era de esperar, el comercio se aprovechó particularmente de las nuevas condiciones instauradas por la Pax islamica, fue la agricultura la que conoció una auténtica revolución. El alzamiento de las barreras entre la India y el Mediterráneo oriental fue acompañado por la importación sistemática en el Suroeste de Asia y en el Mediterráneo de numerosas especies de plantas, legumbres y frutas, y por el desarrollo de nuevas especies, así como de técnicas de agricultura intensiva y del uso del barbecho. De esta manera, todavía más que la propia agricultura –que gozó de una continuidad inédita hasta entonces y de una expansión consecuente, pero cuyos beneficios se limitaban a los mercaderes-, fue la revolución agrícola de los primeros siglos tras las conquistas árabes la que aprovechó a todas las capas sociales: las clases altas que poseían las tierras y se apropiaban del producto, los campesinos que las cultivaban, y las clases bajas cuya alimentación fue evidentemente mejorada.

Un resultado también remarcable de las conquistas árabes y, podría añadirse, uno de los factores más importantes de la difusión de la ciencia en general, fue la introducción de la tecnología de la fabricación del papel en el mundo islámico por los prisioneros chinos de la guerra de 134/751. El papel sustituirá rápidamente a todas los demás soportes de escritura durante los primeros decenios de la época abbasí, y su uso fue promovido e incluso impuesto por la élite dirigente. Es interesante señalar que las diversas clases de papel que fueron fabricadas en esta época llevaban los nombres de los personajes que patrocinaban el movimiento de traducción: ya'farî, de Ya'far al-Barmakî, o talhi y tâhirî, de dos miembros del clan tâhirí.

Además de la introducción del papel, la desaparición de las barreras tras las conquistas árabes entre el Este y el Oeste de Mesopotamia tuvo un efecto cultural extremadamente benéfico, aunque manifiestamente inintencionado. Unificará las regiones y los pueblos que habían estado sometidos al helenismo durante mil años después de Alejandro Magno, mientras que aislará política y geográficamente a los bizantinos, esto es, a los cristianos ortodoxos calcedonios de lengua griega. Esto será significativo por partida doble. Por lo pronto, habían sido la política teológica de exclusión y las prácticas de ortodoxia de Constantinopla las que habían creado los cismas religiosos y, a continuación, habían empujado a los cristianos de lengua siríaca hacia la fragmentación religiosa, y, en el caso de los nestorianos, hacia Persia. La supresión efectiva en el seno del sistema islámico (el Dâr al-islâm) de esta fuente de contestación y de fragmentación cultural y la unificación de estas comunidades cristianas bajo la égida de un soberano neutral, el Estado islámico, abrió la vía a cooperación y a intercambios culturales más intensos. En segundo lugar, el aislamiento político y geográfico de los bizantinos protegerá a estas comunidades cristianas colocadas bajo la autoridad musulmana así como a otros pueblos helenizados de la commonwealth islámica del periodo oscuro y de la aversión al helenismo en los que se había deslizado Bizancio en los siglos VII y VIII.”

Dimitri Gutas, Pensée grecque, cultura arabe, Paris, Aubier, 2005, pp. 37-40.

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